Querido Leo:

No espero ni pido que me entiendas, y mucho menos que me creas, pero sé que mañana ocurrirá algo extraordinario.















viernes, 30 de diciembre de 2011

buda los crea y ellos la cagan

Había una vez un niño que no sabía si quería nacer, su madre tampoco sabía si quería que naciera. Vivían en una cabaña de un bosque, en una isla, en medio de un lago ,no había nadie más alrededor. Y en la cabaña había una puerta en el suelo. El niño tenía miedo de lo que había en la puerta del suelo y la madre también tenía miedo.
Una vez, tiempo atrás, otros niños habían ido a visitar la cabaña por navidad, pero esos niños abrieron la puerta del suelo y desaparecieron por el agujero. La madre entró para buscar a los niños pero cuando abrió la puerta del suelo oyó un ruido tan espantoso que el cabello le quedó totalmente blanco, como si fuera un fantasma. Y la madre también vio ciertas cosas, cosas tan horribles que no podéis imaginar. Por eso la madre dudaba de si quería tener al niño, especialmente por lo que podía ver tras la puerta del suelo, pero entonces pensó… ¿por qué no? Le podré decir que no abra la puerta en el suelo.
El niño, sin embargo, no estaba seguro de querer nacer en un mundo en el que había una puerta en el suelo. Sin embargo, había cosas muy bonitas en el bosque, y en la isla en medio del lago. ¿Por qué no me aventuro?, pensó. Por lo tanto el niño nació y fue feliz y su madre también volvió a ser feliz, aunque le decía al niño, por lo menos una vez al día:
-No se te ocurra nunca jamás, nunca, nunca, nunca, abrir la puerta del suelo.
Pero por supuesto, el niño era un niño. Si tú fueras ese niño, ¿no desearías abrir la puerta en el suelo?”
http://www.youtube.com/watch?v=OLF94hdJMuw

jueves, 29 de diciembre de 2011

una ingenua escribió una vez:

Me gustaría congelar este momento. Empequeñecerlo con una de esas máquinas monstruosas y fantásticas que salen en phineas y ferb y meterla en un tarro de cristal. Para colocarlo en la balda superior izquierda de mi habitación. Junto a collares anillos, zapatos y el vaporizador de colonia que quedó de mi bisabuela. Así, cada día al despertarme recordaré el instante del que más deseé no salir nunca. El instante en el que el éxtasis, la felicidad, la armonía, y la libertad me hicieron salir de mi cuerpo. Elevar mi alma unos metros por encima, los suficientes para poder concluir que en ese preciso instante te quise para siempre. Mis miedos se evaporaron como el agua de los spaguettis que acabo de cocer, y entonces lo vi claro. Contigo soy feliz, tú me haces feliz. Asique solo quiero que sigas aquí a mi lado, soñando con princesas y monstruos, porque cuando despiertes en medio de la noche, verás las luces navideñas que cuelgan de mi ventana, a pocos centímetros de ti. Y sabrás que estás a salvo. Y sabrás que estoy aquí.

domingo, 30 de octubre de 2011

Barcelona.

Dicen que la depresión y la tristeza, son debidas a la disminución de un neurotransmisor llamado serotonina a nivel del sistema nervioso central: el descenso del nivel de este neurotransmisor hace que nos sintamos vacios, que nuestras metas y nuestros cielos sean cada vez más grises. La idea obsesiva que resulta de ellos forma un bucle que puede rozar el delirio. Este proceso es ña base de muchos sucesos cotidianos de las sociedades en las que vivimos, es el banco de prueba de nuestros años.
Algunos sucumben ante este despiadado mecanismo, y van a parar a limbos más o menos lejanos. Otros ejercen la fuerza violenta del anonimo humano, y a través de la catarsis de un proceso creativo, dan a luz, con una larga y dolorosa gestación a una nueva criatura.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

run baby run




























Cuando gozaba del privilegio de ser una mocosa de seis años, sin ataduras ni preocupaciones, Solía jugar a trepar por el haya que habitaba el jardín trasero de mi casa. Trepaba hasta que la copa del árbol se estrechaba, y las ramas eran demasiado delgadas para soportar mi peso. Subir hasta ese punto me permitía ser la única persona del planeta que gozaba de esa perspectiva de la ciudad. Mis ojos no alcanzaban la extensión de ésta, pero podíComprobar ortografíaa ver las minúsculas personas que correteaban por las calles. Los trajeados padres que llevaban a sus hijos al colegio, y se despedían de estos con un beso en la mejilla, o los abuelos que se asean para salir de casa, y dedicarse a pasar las horas sentados, en algún bulevar, mirando a la nada y reviviendo los recuerdos de antaño.Los enamorados que preferían alejarse de la multitud para un encuentro más placentero.


Pero mis favoritas, personalmente, eran aquellas que caminaban sonrientes por la calle, ayudaban a cruzar los pasos de cebra a las señoras mayores, o dejaban sitio a embarazadas en el autobús, personas que disfrutaban ayudando a los demás, y las que contagian su sonrisa al mundo. Ese tipo de persona, que soñaba con ser algún día.
( y ahora debería de aparecer el enlace de Jonquil- infinity, pero nose como se hace, asique os lo dejo a vosotros)






Desde la ventana de mi habitación alcanzo a ver un bosque, que sus raices alcanzan la mayor parte de la montaña que tengo delante. Todos estos árboles lucen un aspecto primaveril, de densas hojas de un color verde oscuro. Pero hay un haya que está envejeciendo, es más sensible que los demása los cambios de temperatura, y sus hojas están marrones, casi amarillas.
En aquel lugar extraño, oscuro, atrapado bajo el agua, un hombre se esforzaba por digerir que ésos, serían sus últimos instantes de vida.Dentro de poco dejaria de existir...Todo lo que era...o había sido...o sería...se acababa. Cuando su cerebro muriese, todos los recuerdos almacenads en su materia gris, junto con todos los conocimientos que había adquirido, se desvanecerían sin más en un mar de reacciones químicas.
En ese momento el hombre se dio cuenta de cuán insignificante era dentro del universo. Era la sensación más solitaria y humilde que había experimentado en su vida. Notó que el punto crítico se aproximaba y casi dio gracias a Dios. Había llegado su hora.
Sus pulmones expulsaron los últimos restos de aire viciado y se hundieron, dispuestos a aspirar. Así y todo, el extraño aguantó un instante más, su último segundo. Entonces, como quien ya no es capaz de resistir con la mano sobre una llama, se abandonó al destino.
El acto reflejo se impuso a la razón.
Sus labios se abrieron.
Sus pulmones se dilataron.
Y el líquido entró a borbotones.
El dolor que sintió en el pecho era mayor de lo que jamás había imaginado. El líquido abrasaba a su paso hacia los pulmones. De ahí se irradió en el acto hasta el cerebro, y fue como si le estrujaran la cabeza en un torno. Sintió un ruido atronador en los oídos. Percibió un destello de luz cegador. Seguido de negrura. Y así, el hombre dejó de existir.